EFECTO


Esto lo vi en París y me pareció muy bien hecho.
Sacar la foto fue un poco difícil, porque tenía el sol en contra. Pero al final, me salió.
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Reims, 45' al este de París.



Antes de París, me fui a REIMS, al tierra del champagne.Tuve una especie de adelanto de lo que vería los siguientes dos días en París, Reims tiene edificios muy elegantes, como una pequeña París. Me pase el día caminando y mirando. Me tome el cafecito de siempre y a la noche, casi, me volví a París donde había dejado mi mochila esperando.
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REIMS, detallitos




Sobre todo en Francia, se ven muchos detallitos por todas partes. No le saqué fotos a todos, pero si a algunos, los más interesantes y vistosos.
Esto es en REIMS, la tierra del Champagne.
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Chile en Paris




Una noche en Seattle, una semana antes de mi salida hacia Europa, en un bar vasco llamado Bilbao, Sabina que es peruana, me contó que tenia una amiga en Paris. Unos días mas tarde, Sabina me mandó un email diciendo que Lucy, su amiga en Paris, me recibiría en su casa. Me mandó además, una detallada explicación sobre como moverme en la ciudad luz.

Así es que al llegar a París, ya me había comunicado con Lucy por teléfono y me esperaba en su casa. Cabe aclarar que Sabina sin conocerme muy bien, me recomendó a su amiga en París. Lucy, sin conocerme nada, se ofreció a recibirme en su casa. Es una red de amigos de la que me gusta mucho participar. Una red de confianza. Espero yo también formar y haber formado parte de algo así, cuando he dado hospedaje en Bariloche a amigos de amigos o conocidos. O, en algún futuro, a alguien que vaya a Seattle.

El viaje fue un poco complicado. Por un lado ya sabemos, la red de metros y de trenes suburbanos de París no es poco extensa pero, como yo lo esperaba, está todo bien indicado en folletos y muchos letreros. Basta con prestar atención y preguntar. Claro que para preguntar, hace falta a su vez, encontrar quien hable inglés o español. La primera, según mis comprobaciones, mas fácil de encontrar que la segunda. Pero, siempre había alguien que sabía algo de inglés y me indicaba. Difícil fue llegar a Val de Fontenay porque todavía había paro en los trenes de París. La gente volvía a su casa del trabajo y se los veían con mucho enojo francés. Una hora y media de espera para el tren suburbano.

Lucy es chilena, vive en Paris hace muchos años con su hijo de 18 años en un departamento no muy grande pero muy verde y agradable, con muchas plantas, luces coloridas y cuadros muy expresivos. Lucy me recibió con calidez, como si me conociera de algún lado de hace tiempo o como si fuéramos parientes. En casa de Lucy dormí comodísimo, tranquilo y calentito. Me dio consejos sobre lugares para visitar y como moverme. En la cocina de su casa con sus dos hijos, sirvió una comida muy sabrosa y familiar. Como me gustaría algún día poder yo también recibir a Lucy o a sus hijos de la misma manera, en donde sea que esté. Lucy es suave y muy agradable, haberla conocido y quedarme en su casa fue una parte importante de mi viaje. Tanto o más que la belleza de París. Es la gente que se ayuda, se confía, se junta, se comunica... Aun cuando antes éramos desconocidos. Como Lucy, que le da un lugar tranquilo, verde y calmo a un viajero, el mundo podría dedicarse a otras cosas distintas, en lugar de las envidias y rivalidades. Y, como le pide Neruda a su poema de amor; levantarse de entre los vidrios rotos que llegó la hora de cantar sobre el dolor y restablecer la integridad. Juntos a pesar de que el mundo no se vacíe de odios. LUCY se tuvo que ir de Chile hace muchos años, dejar a atrás familia y amigos. Como le pasó a mucha gente en mi país. Ahora, ella hizo que yo llegara a París y que nos conozcamos.
En lugar de irnos, alejarnos o desencontrarnos, acercarnos y ayudarnos...

----¡Gracias Lucy!
------¡Gracias, Sabina!

despedida de PARÍS

La última noche, cuando ya se estaba poniendo muy frío y se me iba a hacer demasiado tarde para volver a casa de mi anfitriona Lucy, decidí ver dos cosas. Una, la Avenue des Champs Elysées con sus famosas luces de la decoración navideña. Lamentablemente, había escasos seis o siete arbolitos iluminados. Me dio una idea de lo que será cuando los iluminan todos. Son unas luces blancas tirando a violeta, lila o morado con movimiento como llovido.
De ahí, seguí viaje con mi bus rojo del tour Les Cars Rouges.

(http://www.carsrouges.com/sp/index.html) y me fui a ver la Torre Eiffel.




caminatas variadas




El barrio Latino lleno de vida. Montmartre, muy turístico. Los recorrí con ganas y gusto. Tomé los consabidos cafecitos, claro. Comí panqueques o crepes y alguno que otro apéritif.
Por la Avenue des Champs Elysees, me encontré con algo de Tailandia. Me hizo acordar a mi hermanito y le saque unas fotos. Un señor con poco aspecto francés pero apariencia tai se me empezó a acercar y me fui temeroso que no entienda esto de argentinos que viven en USA, visitan París y se acuerdan de hermanos menores que viven en el Reino de Tailandia.


Bajando desde Montmartre hay una avenida muy entretenida y fue ahí que me encontré con un famoso icono parisino que no tenía presente; el Moulin Rouge. La verdad, me desilusionó un poco, me lo hacia más grande.



A esta altura, no sorprenderá al atento lector o la dedicada lectora que han llegado tan lejos en la lectura, que me atreva a emitir afirmaciones de cierto absolutismo; París es, probablemente, lo que más me gustó del viaje. Claro que visitar amigos fue parte importantísima del viaje. Y hubo experiencias inolvidables como cruzar el Atlántico, pero esos dos días en París y lo que vi en las caminatas, los recuerdo como muy, pero muy memorables.

Navidad parisina

París era una fiesta.

(Perdón por el lugar tan común)


París estaba arreglada como para navidad. Las decoraciones de navidad de algunas calles y sobretodo las de algunas de las tiendas tenían un toque de gusto y delicadeza muy notable. Los maniquies de las tiendas saludaban con sensual candor, garbo y carácter .



Hasta la tacita de café francesa, me pareció que tenía un gracioso glamour.

Le café

De arriba del bus ése el del tour, vi muchos lugares lindos a los que quise volver caminando. Por ejemplo, ni bien empezó, divisé un café que a mi juicio era muy parisino (o la idea que yo tenía de lo Parisino) y me aseguré que tenía que recordar su ubicación para volver. No pasó mucho tiempo hasta que caí en la cuenta de que esa esquina que tanto me había gustado, no estaba sola. Era una esquina más en las muchas esquinas de distinguida elegancia que valían la pena para recorrer y/o sentarse a tomar cafecito. Aporte importante he hecho a la industria del cafecito europeo, tomé más bien MUCHOS. Eran una especie de posta del caminante. Se conjugaban cierta necesidad por sentarme a disfrutar del lugar desde una mesita de café y el cansancio de la caminata. Existía también un tercer factor que era la confección de tarjetas postales que enviaría en cuanto se avistara alguna oficina de correos.



Todo esto, tanto en París como en Barcelona o Lisboa. Una vez caída la noche, especialmente en climas menos rigurosos como los de España, el cafecito se veía reemplazado por un aperitivo. Costumbre esta que extraño en este país donde vivo.



Caminé toda la Champs Enlisées pero no me senté a cafecito ahí, cobraban 6 euros, nueve dólares o 18 pesos rioplatenses. Hasta me tomé uno en la cafetería de la Torre Eiffel. Caminando por el barrio latino, me encontré que había edificios llenos de estudiantes, no pude identificar exactamente de que se trataba, pero seguramente era universidad o algún instituto terciario o varios, en distintos edificios. Lo notable de este lugar es que había una protesta, entiendo que relacionada con la huelga que le hicieron a Monsieur le Président, Nicolas Sarkozy. Mucho polizonte con equipo de abollar ideologías (Mafalda) y vallas cerrando las rués parisinás.

Paris? Avenida de mayo? Retiro?

El famoso SENA
Subí la torre Eiffel por escaleras hasta el segundo piso. Una estructura de hierro impresionante. Me detuve a observarla de muchos ángulos. La fauna turística internacional, multilingual, colorida, bulliciosa, atropellada y ávida de sacar fotos y más fotos, es también parte de la atracción.

Merodeé las inmediaciones del Museo del Louvre y me acordé de mamá que quería que vea la Gioconda o Mona Lisa (La Joconde, Lisa del Giocondo), pero me dije que no valía la pena entrar al museo ese tan famoso por dos horas solamente.

Ni bien empecé a caminar por las callecitas parisinas, me detuve, miré todo a mí alrededor y me dije: “Parece que estos arquitectos anduvieron por el Río de la Plata, ¿Para qué viajar tanto, irse tan lejos para ver lo mismo que veo desde que soy chico?”, “La verdad, París está lindo, pero tanta copia a Buenos Aires, ya cansa…”

Es que me sentía que estaba, primero en Arroyo, a pasos de Retiro. Otras veces en Avenida de Mayo, en Palermo Chico, en Avenida Quintana, Recoleta. Hasta había veces que alguna esquina parisina me recordaba ciertos cafés cerca de la estación Vicente López. Y me repetía todo esto con tono de turista porteño entre carcajadas y tarareos de música clásica que escuchaba en mi Ipod, en lo que muchos transeúntes habrán interpretado como una política de fronteras demasiado abiertas por las que pasan demasiados turistas dementes. Es que desde que descubrí como se llevan de bien estas caminatas con vistas de edificios renacentistas o góticos con fondo de música de Brahms, Grieg o de Beethoven, me la pasé escuchándolos todo el tiempo.

Este relacionamiento inverso, como le he dado en llamar, me pasó en otros lados también. En Alemania y en Suecia, casi nada. Pero en España y en Francia más. Plazas, esquinas o cafés que me recordaban a Buenos Aires todo el tiempo. Poco habrán imaginado todos aquellos ancestros europeos de que un descendiente, muchas décadas más tarde, tendría esta referencia inversa. Lo que ellos construían recordando su tierra natal, se convirtió en mis recuerdos de familiaridad con un paisaje copiado o recreativo de otras tierras lejanas.




¿Francia o Buenos Aires?



la RUES de París…



Los dos días de París fueron de intensa caminata.

Por primera vez en mi vida, me tomé el bus ese rojo de dos pisos, un tour que hay en muchas ciudades de Europa y de USA, no se porqué en Buenos Aires no. Funciona así: uno paga el pasaje y sirve en el caso de París, para dos días. El bus tiene un recorrido fijo y paradas preestablecidas en cada una de las atracciones. El Arco del Triunfo, Torre Eiffel, Louvre, Notre Dam, etc. Uno se sube en cualquiera de ellas, baja en la que le interese, recorre y vuelve a subir. En Chicago, me acuerdo que el chofer era el guía. En París, te dan auriculares que conectás y seleccionás el idioma, hay muchos. El sonido, un desastre. Fue muy conveniente no solamente porque uno se desplaza de atracción mundialmente famosa a otra y también se ve la ciudad desde cierta altura a pesar del frío que hacía arriba, en la parte descubierta. Se ven mejor los detalles de los edificios, los árboles y el Sena.

El segundo día me levanté más temprano que el primero, inquieto por el hecho de que dormir puedo dormir en cualquier momento, pero caminar por París, no. Una noche me perdí por caminar y caminar por una avenida que se veía de lo más linda. Claro que muñido de los buenos mapas que te dan y mis anteojos de leer de cerca, encontré la estación más cercana de metro enseguida. Esto, supone un desafío importante. Es tan vasta la red de trenes metropolitanos de París, que encontrar la estación y la línea donde uno está además de aquella a la que se quiere dirigir demanda tiempo y esfuerzo. Con un buen mapa (todos los lugares donde anduve en Europa los tienen), sentido de orientación y paciencia para leer nombres que no se pronunciar, se llega lejos.

Y la verdad, me maneje bárbaro en toda Europa con sus mapas. Claro, en suecia y especialmente en Alemania, miraba los letreros con los nombres de las calles y en el tiempo que me llevaba bajar la vista al mapa, ya me lo había olvidado. Lo que hacía era relacionarlo con algo conocido y así buscarla en la letritas tan chiquitas que me tenía que poner los anteojos de leer de cerca, los únicos que tengo. Y, es la edad…

Esos anteojos, como otras dos o tres cosas, desaparecieron en mi viaje en barco. Irónico que esa parte fue la menos agitada, más sedentaria, donde menos distancias me moví en forma de individuo.

Arco del Triunfo

Ahí fue que me encontré con los primeros brasileros. Había una zona toda cerrada y vallada –quien sabe porque- y ahí estaba un grupito, conversando sobre la fotos que sacaron o que sacarían, parados bien en el medio del acceso a esa zona y cada uno de los turistas que querían pasar, tenían que dar un complicado rodeo. Cuando paso yo y les digo “pardón” tratando de pensar en francés como decía que hay que hacer Libertad, la amiga de Mafalda, los escucho hablar y me doy cuenta: son brasileros.



Típico de brasileños; se paran en medio del paso y que el resto del mundo se arregle.





Más adelante y durante mis dos días de caminatas por París, escucharía hablar muchísimo portugués de Brasil. Quien sabe que extraño poder de atracción tiene París para los brasileros y que tipo de ventaja cambiaria con la moneda habrá en estas épocas…
No vi brasileros al por mayor en otras ciudades, ni en Lisboa ni en Barcelona.

Paris

Ah, París…


Casi invernal...


Me levanto lo más temprano que puedo, la camita esta cómoda y calentita. Tomo un café con leche rápido y salgo a la calle.


Es un barrio en las afueras de París, hace frío y los chicos van a la escuela. Mientras camino, comento conmigo mismo sobre como los adolescentes se comportan parecido. Si no fuera por el francés, podría estar en Córdoba o en las afueras de Chicago. Hay chicos árabes, se nota. El barrio tiene edificios de oficinas de empresas grandes -bancos- y otros más chicos y modestos, son departamentos.
Este tren-metro (es tan grande la red que no se cuál es cuál) se llama RER y hace paradas mucho más espaciadas que el metro común. Lo que fue seguramente una ventaja, hubiera tardado mucho más en otro tren o en bus.

La puerta de entrada estaba medio convulsionada por los paros de transporte, la noche anterior, la de mi llegada, había cámaras, de televisión, supongo, haciendo reportajes y la gente en el frío y la escasa luz, se mostraba reacia. Claro, todo esto, detectado en forma de suposición, ya que del francés, poco y nada. Me dirijo a la ventanilla con la intención de comprar un pase para ir, volver y tal vez recorrer París durante el día. La chica, que por suerte habla inglés, es muy amable y me informa que por el paro es gratis todo el día. Me da un buen mapa del sistema del Metro y bajo a la plataforma donde la gente se veía de poco humor. Muchos miraban sus relojes y resoplaban. El servicio estaba muy lento debido a los paros. El tren tardó apenas de veinte minutos a media hora, pero claro, para los parisinos, acostumbrados a un servicio frecuente, una espera tipo subte de Buenos Aires, es la muerte. Esperé poco en realidad. La noche anterior, la espera fue mucho más larga y la gente refunfuñaba muchísimo. Los insultos y maldiciones, aún cuando uno no las entiende, tienen un tono casi idéntico en todos los idiomas. Los occidentales, supongo, no será lo mismo en tai…


Hay un quiosco de diarios (¡cuántas revistas en francés!) y un barcito tipo “de parado”. No me puedo resistir, me tomo un café con leche y una deliciosa croissant con chocolate, de ésas que hay por todos lados.


Si bien los dulces de panadería -los que en Argentina son facturas- son muy famosas en Francia, me pareció que en Alemania había mucha más oferta. Estaba lleno, por todos lados comercios muy abiertos a la calle con vitrinas grandes y muy iluminadas llenas de dulces tipo croissant. Lo que si no tengo duda que hay más oferta en Alemania es de pan. Mucha variedad y cantidad.



Decidí irme directo al lugar donde siempre me imaginé parado, cuando visitara París; ¡el Arco del Triunfo! Cuando llegué, subí las escaleras de la salida del Metro con precaución. Como si fuera que el arco ése, tan famoso, no existiera y hubiera sido victima de un engaño con fotos trucadas toda mi vida. No, claro, ahí estaba.
El arco, como ya muchos sabíamos sin haber estado ahí, tiene una gran rotonda que leí en algún lado, es la más grande del mundo. Aunque, siempre ejercito la precaución con estas declaraciones de “el más grande del mundo”. La rotonda si que es grande. Se me vino inmediatamente el recuerdo de mi primo Enrique, el que vive cerca de Barcelona pero vivió en Paris unos años que contaba que el arco no tiene ningún semáforo y, a pesar del tráfico agitado, no hay accidentes. Efectivamente, como lo relató primo Enrique en su momento, el tráfico es intenso y medio caótico. Es que entre los autos y los muchos buses de turismo que pululan (¡muchos, éh!), algún camioncito de repartos y esas cosas, el trafico es desordenado en un pequeño caos muy bien controlado. Todos giran, todos quieren salirse por alguna calle.
El círculo central es grande, el arco también muy grande y estaba lleno de turistas. No se veía ningún lugar para cruzar y como ya expliqué, el tráfico, ¡tenaz! Me dije: “no creo que no se haya previsto en este lugar un método para cruzar que no sea arriesgar la vida en este mar de tráfico. Empecé a caminar orbitando la rotonda y enseguida encontré el túnel para pasar al otro lado. Me hizo acordar al túnel en Buenos Aires para cruzar Libertador a la altura del zoológico que tanto me gustaba de chico.


Ni bien llegué al otro lado y empecé el ascenso, aparecen los carteles anunciando todas las posibilidades que existen pagando en euros. Me quedé en la base, no subí nada y saqué muchas fotos.