El REGRESO


Llegamos al aeropuerto de Cancún con tiempo de sobra. Entramos en la zona de embarque y me hizo acordar al aeropuerto de Ezeiza porque para ingresar te hacen pasar por la zona de compras. Dicho sea de paso, esta zona, supuestamente libre de impuestos, no tiene precios muy baratos que digamos.


Estábamos sentados esperando abordar nuestro vuelo y muy cerca, un grupo familiar que estaría volviendo al hogar en Estados Unidos o Canadá, estaban a las risotadas. Mientras aperábamos a embarcar, dos chicas gringas y veinteañeras se tropezaron con el equipaje de mano y muertas de risa se cayeron. Yo hice el siguiente comentario: "Che, aflojen con el tequila". América puso cara de alarma y disgusto. Me preguntó: "¿estás diciendo lo que yo creo que estás diciendo?". Después de un intercambio de significados me enteré de cómo se usa esto de "aflojar" en los Estados Unidos de México. Vendría siendo como en Argentina usamos “entregar”. Recomponiendo, lo que ella entendió fue "entregá el marrón con el tequila".
Para aquellos lectores que no están familiarizados con las expresiones del Río de la Plata, “aflojá con el tequila” vendría a ser “moderate” o “reducí el consumo de tequila”.


El viaje de vuelta no tuvo mayor acaecimiento y en Seattle no hacía mucho frío.


En el baño del aeropuerto me encontré con este anuncio que ocupaba toda una pared con la foto a tamaño natural. Me hizo gracia.
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Cosas de la playa

Cosas que se ven caminando por la playa de la Riviera Maya...

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PLAYA DEL CARMEN

Otra noche nos fuimos a Playa del Carmen (una hora en auto) a devolver nuestro auto alquilado.
Con un click sobre la foto, se ve en tamaño grandotote.
Después, nos la pasamos caminando por una peatonal llena de bares, restoranes, artesanías y mucha gente.
Yo ya había averiguado cuáles eran las mejores opciones para comer y, por supuesto, tenía que ser comida local. Resultó ser que la recomendación que teníamos, el restaurante Yaxché (no estoy muy seguro como se pronuncia), estaba muy bien decorado con reproducciones de las construcciones en piedra de las ruinas mayas y la comida verdaderamente maya o yucateca (si no, me engañaron bien) de cuidadosa elaboración y una atención tan buena que hasta sobresale de la excelente atención promedio de México.

La gran desilusión fueron los margaritas que nos tomamos en diferentes barcitos de Playa del Carmen. Nos habíamos tomado unos cinco o seis y seguíamos tan frescos como al principio.

Javito y los mariachis de Playa del Carmen.

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espéctaculos

XCARET
Una noche nos fuimos a un lugar famoso llamado Xcaret (se dice eshcarét).
Yo no tenía muchas ganas pero América insistió.
Está muy cerca de Playa del Carmen, sobre la playa, y es una especie de parque de diversiones de atractivos locales. Tiene playitas muy lindas, exposiciones, un zoológico, ventas de todo tipo de porquerías, un río subterráneo y otro al aire libre para hacer snorkeling y probablemente lo más famoso, el espectáculo de música mexicana y el juego de pelota maya.
En Xcaret (sitio de Xcaret acá) nos metimos a recorrer los 600 m de un río subterráneo, probablemente hayan sido alguna vez cenotes interconectados que arreglaron para poder recorrerlos nadando. Estuvimos un rato en la playita y nos fuimos a ver el espectáculo de música mexicana en un anfiteatro.
Me sorprendió gratamente el hecho de que el público era en su mayoría mexicanos. Hago este comentario porque en nuestro hotel y en muchos otros lugares por donde anduvimos en la Riviera Maya, estaba lleno de gringos. El espectáculo muestra con música en vivo los bailes de diferentes partes de México. Está muy lindo, animado y colorido y hasta entra un caballo al escenario.
El cierre, como no podía ser de otra manera, es con los músicos más famosos de México: los mariachis. Tocan canciones que son, sin ninguna duda, absolutamente populares entre los mexicanos. Fue muy lindo ver como todos cantaban con entusiasmo, América también.


VIDEITO promocional en youtube:



AGUA SUBTERRÁNEA

CENOTE DOS OJOS
Muy cerca del hotel, a unos 15 minutos.
Después de recorrer dos kilómetros por un camino de tierra, estacionamos el auto y caminamos unos cinco minutos, bajamos unas escaleras de madera y nos metimos en el agua. Son dos hoyos con agua cristalina que, a diferencia de los otros dos que habíamos visitado, están metidos abajo de un techo rocoso pero tienen todo un lado abierto hacia la vegetación y el aire libre. En las fotos se ven una especie de charcos bajo la roca, pero son cámaras inundadas muy grandes -especialmente por debajo del agua- que, al no estar muy iluminadas no sale todo en la foto.
Parece que es muy buen lugar para hacer buceo porque vimos bastante gente con equipos. Recorrimos algunos recovecos entre las rocas, algunos pequeños túneles un poco oscuros y notamos que los que tenían equipo desaparecían con sus lámparas abajo del agua. Este cenote tiene comunicación con otros pero hay que meterse por cavernas completamente inundadas. Lo que más me gustó fue sumergirme en esos lugares donde entraba un haz de luz de sol que llegaba hasta las rocas del fondo. No me cansaba de ver la poca distancia entre rocas y agua por encima de la superficie del agua y una vez sumergido, un espacio inmenso iluminado tenuemente por la luz que la vegetación que las rocas dejaban pasar. Me iba para abajo y la veía a América, allá arriba pataleando y como suspendida en el vacío.

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PLAYA

Se ve bastante basura en la playa a sólo cinco minutos de caminata del hotel.
¿Será que la arrastra el mar?

Nuestro "resorto", el Dreams Tulum.Posted by Picasa

restoranes del DREAMS TULUM

COMIDAS

Después que salimos del restorán italiano, donde la pasta no estaba muy italiana que digamos, decidimos probar el sushi que estaba muy recomendado en las críticas de Internet. El lugar, chiquito e informal, tenía atención más distendida. Unas chicas canadienses que, según nos contaron, estaban ahí para un casamiento, nos sacaron un par de fotos que salieron bastante lindas.

Uno puede pensar que como la comida está incluida, no debe ser muy buena. Sin embargo, sin ser absolutamente maravillosa, no estaba nada mal. De hecho, varias de las cosas que nos sirvieron estaban bastante ricas. Algo que me pareció muy acertado fue el tamaño de las porciones.

En México, y en muchos restoranes de Estados Unidos, las porciones son tan grandes que es mejor pedir un solo plato y compartirlo. Me parece bien que en ese hotel donde la gente seguramente pide y pide nada más que para probar y especialmente considerando que a muchos gringos no les importa nada el desperdicio, sirvan poco. Total, siempre se puede pedir más.



La PLAYA

Merece una nota aparte. El color del Caribe siempre es de un azul lindísimo pero lamentablemente, no se ve el mar cuando uno viaja por la autopista desde Cancún a Tulúm. Está lleno de resortos que parecen que estuvieran compitiendo por la entrada mas espectacular.

Mucha gente nos comentó cómo se estropearon las playas de la Riviera Maya con el último huracán. Hasta escuchamos que el gobierno está importando arena de Arabia Saudita para arreglarlas.

Yo sabía que la playa del hotel estaba llena de piedras. En Venezuela y en Brasil estuve en más de una playa con piedras. Lo que yo me acordaba es que uno va entrando en el agua cristalina y vas viendo, a medida que uno avanza, donde hay piedras y donde hay arena. Me llevé una gran sorpresa cuando me quise meter en el agua la primera vez y me tropecé con piedras de toda forma y tamaño que no se veían. Mi teoría es que al ser la arena de estas playas tan pero tan fina y con lo ventoso que estuvo todos los días y el mar tan revuelto, la arena estaba

siempre en suspensión lo que no permite ver nada. En un lugar de la playa había lo que llamaban el iceberg, un inflable blanco que flotaba a unos 10 metros de la orilla. A la derecha de este mamotreto blanco, estaba siempre lleno de gente. Lo habían puesto ahí para marcar la estrecha franja, un espacio de unos 30 metros de ancho libre de piedras. Una tarde me puse la máscara y las patas de rana o "aletas" y me aventuré en el agua a ver que se veía. No mucho, creo que en esos breves momentos de calma entre una ola y la otra (chiquitas pero seguidas), la arena llegaba a depositarse y se veían algunos pececitos de colores. El mar me fue arrastrando y, como no se veía mucho y aunque estaba ale

jado de la costa, parece que llegué a una zona de rocas altas que llegaban muy cerca de la superficie y las toqué de un manotazo mientras nadaba. Mala suerte, parece que justo ahí había un erizo que me dejó tres espinas en un dedo.

En una de nuestras caminatas por la playa llegamos hasta lo que parecía ser un hotel abandonado. Alguien en el hotel ya me había contado que donde el mar se ve más azul y hay menos sombras oscuras, las posibilidades de que no haya piedras son mejores. Además yo había leído en Internet crónicas de otros huéspedes. Efectivamente, había una playa donde se podía entrar caminando y la arena era lisa y suave. Supongo que cuando construyeron ese monstruo de hotel, la playa era toda arena y se arruinó con los huracanes.

OTRO MUNDO


LA OTRA VIDA
La vida en uno de estos “all inclusive”, transcurre a un ritmo distinto. Supongo que es eso exactamente lo que los turistas quieren para descansar y desconectarse. Excepto la propina, no es necesario dinero para la comida o bebida. Hay unas tiendas como para comprar recuerdos, artesanías o artículos de perfumería con precios realmente abusivos. También están los que te venden excursiones.

Uno encuentra reposeras abajo de las sombrillas de paja o “palapas”, le pone encima cuantas toallas quiera –hay un mostrador solamente para toallas donde uno va y toma todas las que quiera-, se relaja con la vista del mar y durante el día pasa el mesero al que se le pueden pedir comida y bebidas. El primer día cometí el error de instalarme en una reposera justo al lado de la cancha de vóleibol. Como era temprano la zona estaba muy tranquila. A medida que se fue acercando el mediodía, se iba incrementando el barullo, el batifondo y la música. Lo que pasó fue que estaba justo a la altura de la "alberca de actividades". Nos fuimos

rápidamente hacia otra zona mucho más tranquila, a la altura de lo que se le denomina la piscina tranquila. Estos hoteles tienen gente, creo que conté cuatro o cinco chicos y chicas de veintipocos, que son los "entretenedores". Ponen música, organizan los partidos de vóleibol, dan clases de baile, proponen competencias, de lo más tontitas pero que parecen divertir mucho a los huéspedes que se prenden.

La experiencia de andar por el Dreams, me hizo acordar en muchos momentos a esos días que pasé cruzando el océano Atlántico en ese barcote gigante, el crucero. Comimos generalmente en el bar sobre la playa o en el restorán mexicano que estaba casi al aire libre. Queríamos tratar de aprovechar las opciones que ofrecía el hotel. Además del restorán mexicano y del bar sobre la playa, había un restorán francés, uno italiano, otro asiático y uno de sushi. Una noche fuimos al restorán italiano, un salón de techos altos con arañas, cuadros y grandes cortinados. Se me apareció un interrogante; si estamos en la playa y está lleno de lugares para sentarse cerca del mar, ¿por qué será que la gente se mete bajo techo en un ambiente casi idéntico a cualquier restorán en una ciudad? Irónicamente, lo cierto es que esa noche yo también estaba comiendo metido adentro de un salón en lugar de estar disfrutando de la brisa del mar. En aquellos días, mientras cruzaba el Atlántico en el crucero, me acuerdo que estando en el piso 13, en la piscina, me metía adentro para ir al baño o para llegarme hasta mi habitación a buscar algo. En ese recorrido podía asomarme y mirar unos nueve pisos más abajo, hacia el bar con su piano. Mirando a la gente allá abajo me preguntaba si no tienen miles de oportunidades de estar en un bar junto al piano en un ambiente casi idéntico en la ciudad donde viven.

Curiosidad


Una curiosidad de nuestro “all inclusive hotel” fueron los casamientos o “bodas". Una tarde, mientras estaba metido en el agua, con calor, colorado del sol pero feliz, observé que a un costado del hotel, en la playa, había un casamiento. Los novios, los padrinos y madrinas conformaban un espectáculo que a mí, la verdad, me parece medio cómico, especialmente la manera en que se visten y, sobre todo, en un lugar como éste, sobre la playa. Se me ocurrió pensar en cómo esta combinación entre casamiento romántico en la playa y vestimenta payasesca de ciudad, aparecen un poco fuera del foco con el contorno. Siempre supe que un casamiento, especialmente cumpliendo los ritos ceremoniales de occidente, no sería nunca para mí. Mucho menos al estilo más bien payaso de este país, USA. Pero, si estuviera en una situación en la que aceptara tomar parte y dependiera de mí -como novio claro- y fuera en la playa, en la costa del mar Caribe, jamás usaría ese tipo de ropa. Se me ocurre que un casamiento o "boda" en la costa del mar tendría que ser con túnicas o ropa blanca liviana, de algodón. Tal vez guayaberas… Las mujeres podrían lucir vestidos floridos, por qué no yucatecos, y livianos que ondulan con gracia al compás de la brisa. Una banda con mucha percusión, trompetas y maracas serían lo más adecuado para el ambiente.

La visión que tuve esa tarde del novio enfundado en ese traje y esos zapatos, luchando para caminar con cierta dignidad sobre la arena junto a esa novia que parecía embutida en un vestido blanco ajustado como para contornear tejido adiposo, era más bien grotesca. Claro que si ellos fueran mis amigos y fuera esa la boda que ellos quieren, trataría de seguir la

corriente todo lo posible. Por supuesto que de ninguna manera estoy diciendo que esa gente estaba equivocada, simplemente que eso no es para mí.

No hay duda de lo importante que debe ser el tema bodas en México también. Una vez, caminando por el centro de un pueblo del estado de Jalisco que no tenía negocios o tiendas muy atrayentes, me topé con uno que se destacaba, parecía ser el mejor de todos. ¿Qué vendía? Si, vestidos de novia.

En la playa

DREAMS TULUM all inclusive

Es un mundo completamente aparte. La atención es sumamente esmerada y me sorprendió ver las instalaciones tan elaboradas en un lugar tan sobre la playa. Claro, siempre que estuve en un lugar tan cerca de la playa era simple con techos de paja. Este lugar, rodeado por vegetación natural, tenía salones como los que uno encuentra en el centro de una ciudad. Supongo que a muchos turistas les interesa ir a un lugar sobre la playa y que, al mismo tiempo, puedan sentarse en un restorán como si estuvieran en el centro de Detroit, Miami o Toronto.


La playa, aunque de arena fina y mar turquesa, era una porquería llena de piedras tapadas por la arena en suspensión.
Decían que fue el resultado de los últimos huracanes.
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Kilómetros yucatecos

Autopista otra vez

El viaje desde Chichén Itzá hasta Tulúm se nos hizo un poco largo. Paramos en Puerto Morelos, muy cerca de Cancún, y tuvimos suerte porque encontramos enseguida lo que buscábamos. Ahí nomás, a la salida de la autopista preguntamos y nos mandaron a un pequeño local que tenía Internet. América se ocupó de algunas cuestiones de trabajo y seguimos viaje

inmediatamente. Parecía que no llegábamos nunca a Tulúm. Es que yo me había hecho a la idea de que todos esos lugares a lo largo de la costa oriental de la península de Yucatán estaban más juntos, más cerca, y lo cierto es que de Tulúm a Cancún hay más de una hora y media de viaje. Llegamos y el hotel me pareció más elegante y cuidado de lo que me imaginaba. Es que mi única experiencia con este tipo de lugares había sido en un hotel de Puerto Vallarta donde nos quedamos dos noches. El Dreams Tulúm es mucho más elegante. La primera habitación no tenía vista al mar por lo que tuvimos que reclamar y nos dieron una en el tercer piso (lo que sería segundo piso en Argentina o en Europa) pero que tenía una cama más chica.



CENOTE grandote

IKIL

Sabíamos que en la zona de Chichén Itzá había varios cenotes.

Después de la visita a las ruinas, nos fuimos hacia uno de ellos y Olga, la estudiante rusa que conocimos en la recorrida de las ruinas, nos acompañó.

Resultó ser un gran hoyo en el suelo rocoso que formaba una amplia piscina circular con mucho verde en las paredes y raíces que colgaban de lo alto buscando el agua.

Había una escalera por una especie de túnel y abajo no había tanta gente. Nos quedamos nadando más o menos una hora.



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Más ruinas mayas


Mérida, segunda vez

Pasamos la noche en el hotel Casa Mexilio, en un cuarto distinto pero no menos personal y encantador. Más de una vez comentamos cuánto le gustaría a mi mamá ese hotelito y cuántos comentarios le produciría ver los detalles de los muebles y las cosas en las paredes.

También salimos a tomar nuestra margarita y América aprovechó para recorrer los puestos y comprar más pulseritas para agregar a su amplia colección. Yo me compré mi camisa típica yucateca con la que salgo en varias fotos. Esa noche, que habíamos salido del hotel caminando, nos tomamos un carruaje blanco en elegantísimo regreso recorriendo la noche por las calles de Mérida.

Al día siguiente no nos levantamos muy temprano, desayunamos con tranquilidad y salimos hacia las ruinas de Chichén Itzá. Supongo que debido a la proximidad a Cancún, es un lugar muy turístico. Pero está todo muy bien indicado y organizado. Además, estábamos en temporada baja.

Chichén Itzá

Pagamos la entrada y el estacionamiento, compramos una gorra para la cabeza de América y otra para la mía y se nos acercaron a ofrecernos servicios de guías.

Esto de que se te acerquen a ofrecer servicios o comprar cosas en los lugares turísticos, que en otras partes de Latinoamérica puede volverse insoportable, en México no lo es. Creo que mi primera experiencia fue en Mazatlán cuando estando en la playa se me acercaron los primeros vendedores de artesanías, frutas o jugos. Inmediatamente yo relacioné la situación con los recuerdos que tenía de Colombia, Venezuela o Brasil, donde los vendedores o los mendigos insisten, algunas veces, hasta el hartazgo. En México no. Grata sorpresa me llevé cuando le dije que no a un vendedor una sola vez y fue suficiente para que se vaya. También me acuerdo en las reposeras sobre la playa del hotel de Puerto Vallarta, los vendedores se acercaban a ofrecer artesanías sin pasar el cordón sobre la arena que había puesto el hotel. Ese cordóncito no hubiera sido de ninguna manera efectivo, por ejemplo en las playas de Brasil, donde los meseros de los restoranes andaban persiguiendo a los niños que mendigaban de mesa en mesa para echarlos.

Había un mostrador de guías en el concurrido ingreso al parque arqueológico. Consultamos cuál era el mejor grupo de guías que podíamos contratar y la recomendación fue para los de camisa blanca con credenciales que se veían muy oficiales. Esperamos solamente unos minutos a que se juntara un pequeño grupo, de manera tal que el precio de la visita guiada no sería tan alto, y salimos a recorrer las ruinas. Hacía calor, como hizo calor en Palenque y en otros lugares pero, por suerte, estuvo nublado casi todo el día. En nuestro pequeño grupo conocimos a una estudiante en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de nacionalidad rusa. Los otros dos eran una parejita de recién casados de Buenos Aires que me hicieron acordar a mis épocas de guías de turismo en Bariloche. Hacían ese tipo de preguntas que nosotros en Bariloche usábamos para burlarnos y reírnos de la estupidez de ciertos personajes. Además, los pibes estaban totalmente desconectados, ninguna muestra amistosa, ni una sonrisa, nada. Y tanto me hacían acordar a esa época de mi vida, que los estuve observando de a ratos. No tendrían más de 28 años y, a pesar de que estaban de luna de miel, no noté ni una muestra de cariño entre ellos. Será que tuvieron uno de esos noviazgos interminables desde el segundo año de la secundaria...


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Hacienda


Sotuta de Peón
Al día siguiente salimos hacia Mérida, teníamos un recorrido bastante corto pero nos la tomamos con calma y visitamos una hacienda del interior de Yucatán. La hacienda se llamaba Sotuta de Peón y había sido floreciente en la época de oro del henequén o sisal. Se trata de una fibra que se elabora a partir del maguey o agave. La verdad que estoy un poco confundido, no sé exactamente si es la misma planta, pero si no, son de la misma familia que la usada para elaborar el tequila, el mezcal y otras bebidas alcohólicas. Lo cierto es que hubo una época en que Yucatán gozaba de altísimos ingresos por su producción del henequén.La hacienda está muy linda. Los carros tirados por mulas o burritos y que corren por un sistema de rieles muy angostos usados históricamente en la región para transportar la producción de esas fibras se usan hoy para transportar turistas a los cenotes.
¿Que qué son los cenotes?
Yucatán es el lugar donde supuestamente cayó aquel meteorito gigante hace 65 millones de años que provocó la extinción de los dinosaurios. A consecuencia de ese fenómeno, el suelo de piedra caliza y muy permeable está lleno de espacios que el agua de lluvia ha venido llenando por mucho tiempo. Filtrada por esta piedra tan permeable, el agua es cristalina. Los derrumbes a causa de la erosión del agua subterránea que corre, produce espacios, algunos abiertos, otros a los que han tenido que abrir excavando o con explosivos, que eran sagrados para los mayas. La hacienda tiene tres que se pueden visitar y nosotros, como llegamos tarde, estuvimos solamente en uno de ellos. Pero fue suficiente, el primer cenote de mi vida tenía iluminación en el agua, las filtraciones en el techo formaba estalactitas y te daban máscaras para sumergirte y mirar las piedras por abajo del agua. Una experiencia única que me dejó exhausto después de una hora y media en el agua tratando de disfrutar todo lo posible de esa vista de piedras sumergidas.
Después, fuimos a comer en el restorán de la hacienda que para mi sorpresa resultó espectacular. A pesar de que es totalmente redundante, porque en el 98% de los casos la atención fue excelente, debo aclarar que el mesero que tuvimos nos atendió a cuerpo de rey. En un lugar como éste los precios son un poco elevados pero el tamaño de las porciones que te sirven sumado a que te incluyen unas "botanas" sin cargo, hacen que realmente eso, que parece caro, no lo sea
.
Camino a Mérida
Esa tarde, ya casi anocheciendo, recorrimos una carretera estatal. Yo pensé que siendo ésta una carretera del interior del estado y no una nacional, no sería tan buena como las otras. Menuda sorpresa que me llevé. Sí, es cierto que no estaba tan bien pintada o no tenía mucha señalización, pero en el corto trayecto -una hora- hasta Mérida, me pareció muy buena.

Volviendo hacia el norte

Campeche, otra vez

Encontramos un hotel colonial donde las únicas habitaciones que quedaban no tenían ventanas. Ahora que lo pienso, es posible que siendo todo tan colonial sea normal que los cuartos den a un patio central y normalmente no tienen muchas ventanas. De todas maneras era un cuarto muy amplio, muy bien

decorado y la ducha era fantástica, lo que nos vino al pelo. A la mañana siguiente nos tomamos unas cuantas fotos en los pasillos y en el patio que salieron muy lindas.

Esa noche, fue de unos tragos en la plaza de Campeche. Un lugar lindísimo, muy bien iluminado, con sobrias decoraciones de Navidad que si lo viera en una película pensaría que es un escenario armado y no un lugar real.




PALENQUE

Las ruinas

Fuimos a visitar el principal atractivo del lugar: el parque arqueológico Palenque. Llamado Bàak' en maya moderno, fue una ciudad que floreció en el siglo VII. Son 2.5 km² pero se estima que más del 90%, más de 1000 estructuras, permanecen cubiertas por la selva y ya estaba abandonada cuando los europeos empezaron a recorrer la región. En lugar de recorrer todo el camino hasta el estacionamiento, pagamos la entrada y nos fuimos por los lindísimos senderos por la selva hasta las ruinas grandes.

La vedette del lugar es el rey Pakal y su tumba. Me traje una figura en yeso (se me quebró en el viaje) que representa uno de los bajorrelieves con la figura de este rey que también se la llama el "astronauta de Palenque". Es realmente notable, cuando uno gira la imagen no hace falta mucha imaginación para ver una persona sentada y rodeada de lo que muy bien puede ser la tecnología de hoy. Tomamos un guía que resultó haber crecido en ese lugar porque su padre era uno de los cuidadores y conoció a los arqueólogos que trabajaban en el lugar. Uno de ellos tiene su tumba en el medio de lo que hoy es el parque arqueológico.

Visitamos el museo y dimos por terminado el día. Había que volver a la carretera.

El regreso

Después de Palenque iniciamos el viaje de regreso hacia el norte por el mismo camino que habíamos recorrido antes.

Paramos en el mismo lugar a comer pescado, en Champotón.