Estado de CHIAPAS

Cascadas AGUA AZUL

Llegando al estacionamiento de la cascada, hay un puesto de los zapatistas que te cobran una suma módica. Un poco más adelante y ya en la entrada, el parque nacional cobra también. Yo le dije que ya me habían cobrado pero el hombre me aclaró que esos son los zapatistas y que había que pagar la entrada al parque nacional. Y claro, pagamos de nuevo. Espero que lo que recauden los zapatistas tenga un buen uso.






Me las imaginaba un poco más naturales. Todo el recorrido es por senderos pavimentados con escaleras que pasan por varios puntos desde donde se ven los varios saltos de agua. A lo largo, muchos puestos de venta de artesanías y comida. Caminamos un poco más allá del final del sendero pavimentado donde ya no quedaban más puestos y notamos que había varias viviendas. Me pregunto si esa comunidad ya existía en ese lugar o apareció debido al turismo.
En un punto te ofrecen entrar en un sendero en el bosque para hacer un recorrido especial que cuesta unos siete dólares. Son gente local que pareciera que abrieron este sendero para llegar a lugares con muy linda vista de la caídas de agua, pozones donde bañarse y hasta hay un lugar en el que uno se mete abajo de un chorro de agua que cae por la roca. Es muy lindo recorrido pero me pareció una pena que hayan macheteado la vegetación para que pasen los turistas. De todas maneras, el sendero es angosto y si bien se nota un poco de erosión, sobre todo en las bajadas y en las formaciones rocosas de piedra caliza tan frágil, el lugar se mantiene todavía bastante natural.




Como había leído sobre historias de atracos en esa carretera de montaña por donde se vuelve a Palenque, nos fijamos muy bien en la hora para que no se nos vaya a hacer de noche.

PALENQUE 1

Llegamos a Palenque, en el estado de Chiapas, y paramos en las afueras, en un puesto sobre la carretera, a comer unos tacos. Después, buscamos alojamiento y encontramos un lugar que resultó ser muy popular entre hippies y acampantes, muy cerca del parque arqueológico.se llamaba Mayan Bell. Tomamos una cabaña toda rodeada de verde, simple pero acogedora y bien puesta. Decidimos que por la hora que era, lo mejor era visitar las famosas cascadas “Agua Azul” que quedaban a unos 60 km. El camino subía bastante, se veían los valles cultivados y las laderas boscosas y la última parte del recorrido era por camino bastante montañoso pasando por pequeñas comunidades.




Iba manejando América cuando nos detuvieron con el método que ya había leído que se utilizaba por ahí. Una niña de no más de seis o siete años, levanta una cuerda con unas marcas de colores para que se vea bien y que te obliga a parar. Ahí nomás se acerca una mujer, tal vez la madre, a ofrecerte artesanías o algún tipo de alimento típico de la zona. Más tarde, América me contaría que se asustó, pensó que era un método para parar a los turistas y robarles. En ese momento, yo la noté un poco nerviosa y le dije que siga avanzando lentamente. Pero ella veía la cuerda y no seguía. Claro, ellos saben, mientras uno no mueva el vehículo la nena no suelta la cuerda.

CARRETERAS MEXICANAS

Carreteras mexicanas



Aquí debo hacer una aclaración. Como buen latinoamericano y habiendo recorrido Sudamérica, estaba preparado para algún camino o carretera en estado calamitoso. Debo decir que, aún en esas partes de las carreteras mexicanas que me dijeron que no estaban en muy buen estado, encontré una red vial muy buena y muy bien señalizada.

Ya que estamos en tema, tengo que nombrar los "retenes" que te paran en la carretera en lo que me hacía acordar a esas pocas imágenes que conservo de cuando era chico en el gobierno militar argentino de los setenta, cuando te paraban en la ruta pertrechados como si estuvieran en Kosovo. Eran efectivos del ejército o la armada mexicanos o simplemente policías. La policía viene en varios colores; pueden ser municipales, estatales o federales. En todos los casos en que nos pidieron identificación y papeles del auto o cuando nos pidieron bajarnos del vehículo y abrir el baúl o “la cajuela", siempre fueron sumamente amables, correctos y, en más de una ocasión, hasta diría que simpáticos.

Otra particularidad que me llamó la atención es como la otros conductores ceden gentilmente el paso. Cuando noté esto en la ciudad fronteriza de Tijuana, se lo atribuí a la cercanía con Estados Unidos. Pero, ahora debo decir que lo he notado en mayor o menor medida en todos los lugares en que he estado en México. Especialmente me llama la atención que una camioneta o camión, se hace a un lado usando toda o una buena parte de la banquina o “acotamiento” cuando uno está claramente dispuesto pasar o "rebasar".

Viajando y recorriendo lugares nuevos hay momentos en que las cosas más simples se vuelven interesantes. Esa mañana, justo a la salida de Escárcega, paramos a desayunar en un lugar sobre la carretera. Era muy temprano, las siete o siete y media, y ya había familias comiendo sus huevos y todas esas comidas pesadas que se consumen en México para el desayuno. Me acuerdo que noté la buena atención del mesero aunque lo que íbamos a gastar en nuestro frugal desayuno no era mucho.


Escárcega

Escárcega


Ya era de noche, más o menos las ocho, y yo pensaba en todas esas recomendaciones que había escuchado o leído que decían que no hay que recorrer las carreteras de México de noche. Pero nuestro destino siguiente era el pueblo de Palenque con sus famosísimas las ruinas y quedaban varios kilómetros por recorrer. De las ocho de la noche hasta la hora en que nos vayamos a dormir, no había mucho para hacer. Lo mejor era aprovecharlo consumiendo kilómetros de esos que nos separaban sin muchos atractivos para visitar.

Nos echamos a los caminos y llegamos hasta un pueblo con fama de ser solamente una parada para dormir y, la verdad, no era equivocado. Escárcega era nada más que un cruce de caminos, por más que quise visitar el centro esperando encontrar alguna placita con algún encanto escondido, no lo encontré.
Nos quedamos en un hotelito tipo motel en esa avenida de acceso a la ciudad que algún ingeniero vial diseñó con ideas modernistas pero que le salió mal y le quedó bastante fea. El hotel tenía un estacionamiento interno rodeado por pasillos abalconados hacia donde daban las habitaciones. En el hotel se estaban quedando los que América nombró más tarde como "los judiciales". Había autos y camionetas grandes, modernos y pintados de negro que decían "policía Federal".




La noticias sobre la situación en México hizo que ella no durmiera bien esa noche. Yo, que todavía no había realmente escuchado ninguna noticia relacionada, no estuve especialmente preocupado. Parece que había habido varios casos, especialmente en el norte del país, en los que vicarios del narcotráfico atacan a los tiros hoteles o dependencias donde se alojan los "judiciales". Las noticias vienen normalmente del norte. Sin embargo, no mucho tiempo después escuchamos en la radio sobre un ataque de este tipo en el estado de Tabasco, muy cerca de donde nosotros estábamos.
Durante buena parte de la noche se escucharon explosiones que la tuvieron muy nerviosa. A la mañana les pregunté a los de la recepción y me explicaron que eran los "cuetes" debido a la semana del cumpleaños de la Virgen de Guadalupe. Lo más temprano que pudimos, nos pusimos en camino hacia el sur.


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La VIRGEN DE GUADALUPE y los Guadalupanos

12 de DICIEMBRE

El día 12 diciembre, el cumpleaños de la virgen de Guadalupe, estábamos en el pueblo de Tulúm cuando llegó la caravana. Una fila muy larga de vehículos con la imagen de la Virgen en procesión al frente y adornados con muchos colores, tocando la bocina o el "claxon" y sirenas que me imagino que vendrán incluidas junto con esas luces de colores que se veían montadas en los techos de muchos vehículos.

Por supuesto en ninguno de estos vehículos faltaba la imagen, en algunos más elaborada que otros de la archifamosa Virgen de Guadalupe. Me imagino lo que habrá sido ese mismo día en pueblos y ciudades más grandes que Tulúm en todo México, con la llegada de estas caravanas y antorchistas.
Antorchistas

Este viaje ha sido sumamente educativo. No solamente porque aprendí sobre los mayas y los yucatecos, también porque la fecha se prestó para que seamos testigos de un fenómeno del que no tenía el más mínimo conocimiento. Y no es lo mismo leerlo, verlo en la televisión o que te lo cuenten y ser testigo.

En la primera parte del viaje, entre Cancún y Mérida había gran cantidad de ciclistas por la autopista que viajaban en grupos y con el apoyo de algún vehículo, generalmente una camioneta. Lo primero que pensé es que se están jugando la vida, especialmente en estas autopistas donde la circulación es bastante rápida y como las luces que cargan eran en general bastante pobres, no se los ve sino hasta que estás casi encima.

Esa noche, llegando a Mérida, pensé que estaba presenciando una práctica local. Más adelante, América me fue contando y me fui dando cuenta de que estábamos siendo testigos de un fenómeno social importante que ocurría al mismo tiempo en muchos lugares del país. Supongo que para América, que ya conocía lo que pasa en México en los primeros días de diciembre, víspera del cumpleaños de la virgen de Guadalupe, no era tanta novedad.

Se llaman "antorchistas" y los vimos recorrer en grupos las carreteras en bicicleta o corriendo con una antorcha en la mano, muchas veces apagada.
A medida que recorríamos más y más las carreteras mexicanas yo le iba prestando atención con más detalles a estos grupos de gente.
Los vehículos que los acompañaban, en su mayoría camionetas, se notaban que habían sido equipados especialmente para la ocasión. Les habían puesto luces, vi muchas de esas luces amarillas que dan vueltas en el techo. De noche se veía la luz de la camioneta que circulaba todo lo posible sobre la banquina o "acotamiento", pero en otras partes que era demasiado angosto o inexistente, se hacía necesario disminuir la velocidad antes de pasarlos y, si había mucho tráfico en sentido contrario, se formaban largas colas esperando un espacio y pasar.

Me dio la impresión de que estos antorchistas eran muy respetados por la gente en general. Casi todos vestían ropa uniformada con los colores de la bandera mexicana, la imagen de la virgen o una combinación de las dos, que seguramente prepararían bastante tiempo antes. Casi todos, también, llevaban en la bicicleta alguna imagen de la virgen, ya sea un cuadro enmarcado o una imagen de plástico atada a la espalda o en la bicicleta. A veces se veían dos camionetas circulando lentamente a un costado de la carretera y entremedio el antorchista corriendo o caminando, con su antorcha en la mano. En la parte de atrás de las camionetas, más gente que me hizo suponer que tomaban turnos para correr. Un rato cada uno corriendo adelante de una camioneta con la antorcha en la mano hasta que le llegara el relevo. Vi alguno que caminaba y corría alternativamente. Como si, exhausto, tratara de sacar fuerzas para seguir.


Durante el día y especialmente en aquellas carreteras con acotamiento amplio, los ciclistas o corredores se veían más solitarios y después de pasarlos veíamos más adelante al grupo con su camioneta esperándolos. Muchos ciclistas iban completamente tapados con capuchas a pesar de que el calor, supongo pasarían tantas horas pedaleando abajo del sol que es necesario protegerse y evitar la insolación.

Según me contaron por ahí, estos antorchistas duermen en iglesias de pueblos o ciudades que los reciben, le dan de comer o reciben donaciones durante el camino. Cumplen lo que en México se le llama "una manda", que supongo que es más o menos lo mismo que lo que yo conocía como "una promesa".

Había también ciclistas con motos circulando al lado y otros que sin apoyo de vehículos, iban con las bicicletas bastante cargadas, seguramente de mantas y comida para el viaje. La mayoría eran adolescentes o gente joven pero también vimos algunas pocas mujeres y personas de más de 30 o 40 años.
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Encontré en Internet un video que en pocos minutos muestra imágenes y explica algunos pormenores de este fenómeno:
http://www.youtube.com/watch?v=irJiZzfFbck

En este otro video se ve exactamente lo que nosotros vimos muchas, pero muchas veces, en las carreteras mexicanas durante esa semana:
http://www.youtube.com/watch?v=HKjrA7yzxvA
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De paso nomás

Champotón


Después de un recorrido no muy largo por la última autopista que encontraríamos hacia el sur, llegamos a la ciudad de Champotón. Yo creí que América sabía, que entre los mexicanos estaba bien claro que esta era una ciudad pesquera. Me equivoqué, América lo dedujo a partir de lo que veíamos. Y resultó que era cierto, Champotón, en el estado de Campeche, es una ciudad pesquera.

Paramos sobre lo que era el malecón (la avenida costanera) sin ver realmente el mar y, por supuesto, pedimos mariscos y pescado para comer. No era realmente un restorán con encanto ni decoración. Era simplemente uno de esos lugares a la intemperie con un techo de chapa donde los dueños se semi viven. Hay un rincón con la televisión prendida en alguna novela y una mesa donde probablemente atienden a sus niños y pasan mucho tiempo. En mi opinión, es en este tipo de lugares que uno tiene buenas posibilidades de comer algo típico, de lo que come la gente local y fresco. Dicho y hecho -como decía mi abuela-, el pescado estaba riquísimo. Te lo cobran por peso. Viene la chica que te tiende y en una de esos recipientes tipo asadera te muestra varios pescados y vos elegís el que querés comer. Ahí nomás los que están atrás, en la cocina, lo ponen en la plancha.

Lamentablemente, como en muchos otros lugares de Latinoamérica, le agregan demasiado aceite. Igual, estaba riquísimo. No es solamente el sabor del pescado fresco, también son esas salsas, en su mayoría más bien tirando a picantes, que están siempre ahí, arriba de la mesa porque parece que los mexicanos no pueden comer nada sin ponerle algún tipo de salsa encima.

Campeche

CAMPECHE

Salimos de Mérida un poco tarde y llegamos a lo que sería la gran sorpresa de nuestro viaje, especialmente para América. Campeche, el casco histórico, lo que alguna vez fue la ciudad amurallada sobre el hoy llamado golfo de México.
Igual que muchas ciudades o pueblos coloniales de México, como Cartagena en Colombia, Ouro Preto en Brasil o Colonia del Sacramento en Uruguay, entre otras, Campeche tiene esas callecitas de casitas coloniales de colores rodeadas de una muralla fortificada que de verdad me gustan mucho. Un día, tal vez ya jubilado (si es que un día realmente me puedo jubilar) me gustaría pasarme un buen tiempo en una de estas ciudades o pueblos, dedicado a leer y escribir y también a conocer a su gente y, lo que me gusta mucho, escuchar sus historias.


Nos en-can-tó Campeche. América se tomó una margarita (siempre las pedíamos en las rocas, sin sal y con poco jarabe) y yo una cerveza de Yucatán en el lugar que nos pareció más atractivo; un balcón sobre la plaza. Caminamos las callecitas, no sacamos fotos, felicitándonos por haber parado y recorrido este lugar. Llegó un momento en que, caminando ya de noche, nos perdimos y no sabíamos por dónde volver a la plaza donde habíamos dejado el auto. Lógicamente, no nos importó seguir vagando por esas callecitas, sus puertas antiguas de madera y hierro forjado, la iluminación con esos faroles negros y la muralla alrededor.


Salimos de Campeche cuando ya había caído la noche. Como para situar al amable lector en situación, debo aclarar que en esa parte del mundo siempre anochece bastante temprano. A pesar de la cercanía al ecuador, no hay que olvidar que es invierno y los días son un poco más cortos en el diciembre del hemisferio norte. Como para que los amigos lectores que me siguen y que han llegado a este punto de la lectura sin aburrirse y abandonar, tengan una idea, la península de Yucatán está a la misma distancia del Ecuador que el norte del estado de Río de Janeiro o Iquique, en Chile.

La península

YUCATÁN

A pesar de que todos decían que estábamos en temporada baja, que no hacía calor y algunos hasta afirmaban que hacía frío, las temperaturas durante el día rondaban los 30 grados y a la noche, no menos de 27 o 28.


Comida yucateca

En las afueras y antes de irnos de Mérida preguntamos por un buen restorán para probar la tan mentada comida yucateca. El restorán estaba un poco oscuro pero la comida y, no me canso de decir lo, la atención, sobre todo, espectacular. Probamos la sopa de lima y la cochinita pibil. Se cocina en un horno llamado "pib" que, si no me equivoco, es un hoyo en la tierra al estilo del curanto. También, como parece ser costumbre, nos trajeron unas "botanitas" o picadita de cuatro o cinco platitos de cosas regionales deliciosas. Otro plato o "platillo" típicos de Yucatán que comimos en otro momento fueron el queso relleno, el papadzul (tortillas siempre tortillas, la infaltable salsa, huevos y alguna que otra cosita más)…

Parece ser que el chile habanero, famosísimo por ser muy pero muy picante, es el chile o ají que le gusta a los yucatecos. En más de una oportunidad me serví un poco en la comida y, aunque es muy picante, me lo aguanté y hasta me gustó. Imaginen mi decepción cuando América, muerta de risa, le preguntó a un mesero de Playa del Carmen si ese chile habanero que había en la mesa era realmente el que comía la gente de Yucatán. El hombre hizo que no, rotundamente, con la cabeza. Nos explicó que el chile habanero de verdad, el que pica, no lo sirven en la mesa. El que yo comía, es para los turistas, bastante diluido.

En algún lado, en algún momento, alguien nos explicó que la cocina de Yucatán está lógicamente muy basada en el legado maya que, a su vez, aparece en algunas partes del famoso libro "

Popol Vuh". Parece que habla mucho del maíz o "elote".

Mérida

Mérida, Yucatán


Mérida, Yucatán

Un click sobre la foto para verla más grande.

MÉRIDA

M É R I D A

Durante nuestras investigaciones, América estuvo siempre muy atenta a cuáles eran los mejores hoteles en los lugares donde posiblemente nos íbamos a quedar. Es que a ella le encantan los hotelitos lindos. No necesariamente espectaculares o lujosos, pero sí que tengan encanto. No importa realmente que lo único que uno haga en el hospedaje sea bañarse y dormir, igual tiene que ser un lugar que la inspire a decir, con esa vocecita tan dulce "¡Javi, qué lindoooo! Por eso, ni bien llegamos a Mérida enfilamos bajo su precisa dirección hacia un hotel que mostraba lindas fotos en Internet; la Casa Mexilio. Una antigua casona sacada del estado de abandono en que habrá estado por varios años por un yanqui del estado de Georgia que vivía por esa parte de México ya hacía unos 30 años, según nos contó en nuestra conversación durante el desayuno. No se puede negar que el tipo hizo muy buen trabajo y el hotelito, de solamente nueve habitaciones, tenía muchísima personalidad y encanto. A América le encantó y tal fue así que a nuestro regreso, pasamos una noche más en Mérida en otra habitación de este mismo hotel. No solamente eran muy lindas las habitaciones, también estaba la situación privilegiada del desayuno que te ofrecían –muy bien atendido- en el patio muy verde de otra casona, ubicada justo al otro lado de la calle donde supongo que vivía el dueño.

Nuestra primera noche, recién llegados y después de instalarnos en el cuarto, decidimos salir a dar una vuelta por el centro y al bajar a la recepción, nos encontramos con un personaje de ese hotel que seguramente no se le ha pasado por alto a la mayoría de los huéspedes. En nuestra breve conversación, antes de salir a caminar las calles de Mérida, quedó claro que si bien tenía acento yucateco, el tipo además de levemente amanerado tenía una forma muy particular de hablar. Me llamó la atención que no fuera tan amable como la gran mayoría de la gente con que nos encontramos, especialmente considerando que éramos huéspedes en ese hotel. Mientras conversamos brevemente, América le preguntó si era el dueño. El señor, con su voz de cadencia y tono tan particulares, le respondió que "más o menos". En otro momento, noté que entré los muchos cuadros, fotos antiguas y objetos típicos de la región, había un retrato colgado en la pared de alguien que se le parecía mucho. Lo comenté y nos dijo que "ese soy yo de muchacho". Si nos dijo su nombre, me lo olvidé, pero sin duda que nos acordamos de él. A partir de esas observaciones y de otras, desarrollé la siguiente teoría: el señor yanqui, de unos 60 y pico de edad, y este señor yucateco, un poco más joven, son pareja y viven juntos. Cuando le preguntan si es dueño del hotel, él contesta "más o menos", porque no puede decir lo que diría una mujer mexicana en esa misma situación; "soy la mujer del dueño”.
Caminamos, eufóricos, las calles del centro de Mérida, le dimos la vuelta a la plaza, nos metimos a mirar en algún hotel o restorán y terminamos sentándonos en una mesa puesta en una de las calles al costado de la plaza que convertían en peatonal los fines de semana. Conocimos al dueño, un uruguayo que, al escucharlo pensé que era argentino.A la mañana siguiente emprendimos nuestro segundo día de viaje después de caminar un poco más por las callecitas de Mérida y visitar una avenida llamada "Paseo Montejo" donde las épocas de abundancia de Yucatán dejaron elegantes edificios repletos de estilo francés.

IZAMAL 2

IZAMAL

Pueblo mágico

IZAMAL
Unos kilómetros antes de Mérida encontramos el cartel que indicaba la salida hacia uno de los que llaman en México “pueblos mágicos”. Creo que es el único de Yucatán que corresponde a esta denominación. Izamal fue la primera parada interesante de nuestro viaje.
En los 15 km que recorrimos desde la autopista hasta Izamal, pasamos por dos pueblitos que no tenían gran encanto. Sin embargo, fue sumamente interesante ver las casitas, los cercos que la gente hace con piedras y la animación en las calles, la gente sentada en la puerta de las casas y los chicos jugando por todos lados.
Recorrimos ese mismo camino de vuelta hacia la autopista ya de noche cerrada. En mi investigación sobre los lugares que íbamos a visitar durante este viaje, muchos recomiendan no manejar de noche. También, fue lo que dijeron algunos mexicanos con los que hablé antes del viaje. Era un domingo a la noche, el primer día del viaje por Yucatán, no muy tarde, apenas las ocho, y ahí estábamos, recorriendo esta estrecha carretera. Debo confesar que el viaje me tuvo un poco nervioso al principio, aunque no mucho. Más adelante, ya pasados unos días de viaje por Yucatán, me daría cuenta que si bien es mejor evitar las carreteras de noche, no solamente no es tan peligroso, tampoco hubo en nuestro recorrido ninguna señal de que manejar durante las primeras tres o cuatro horas de la noche tuviera peligro. Las carreteras tenían tráfico normal y se veía todo tipo de gente. Por suerte, nunca hubo ni la más mínima sensación de peligro. Claro que tomamos todos los recaudos posibles a la hora de caminar o estacionar, pero tampoco fue necesario extremar precauciones en ningún momento.

Llegamos a Izamal justo cuando estaba anocheciendo pero alcanzamos a apreciar los antiguos edificios coloniales con un poquito de luz del día, la gran mayoría pintados de amarillo. Debido a la fecha en que estábamos, ese fin de semana había fiesta. Supongo que sería lo mismo en muchos pueblos de México; la fiesta de la Virgen de Guadalupe. Lo primero fue hacer un paseo en un carruaje con un chico que nos iba contando lo que veíamos. Después, recorrimos la plaza, visitamos la Iglesia que sale en la mayoría de las fotos y comimos sentados de frente a la algarabía y animación yucatecas.

Diciembre de 2009, Yucatán

YUCATÁN
Diciembre de 2009
Probablemente, este viaje de apenas 12 días, ha sido el que mejor he preparado en toda mi vida si descontamos los que hacía con turistas en mi época de guía, claro. Cuando lo pienso, es notable cómo salí a recorrer Sudamérica sin tener ni siquiera una guía de las que ahora ando cargando y consultando cual manual del Cortapalos.
Unos tres meses antes compramos un paquete que incluía un hotel de esos llamados "all inclusive resort” en la Riviera Maya que gozaba de muy buenas críticas en Internet.
La idea apareció mirando las ofertas de Expedia, que tenían precios realmente convenientes. Tuvimos que hacer algunos ajustes especiales porque queríamos llegar una semana antes a Cancún, alquilar un auto y salir de recorrida. En lugar de quedarnos en el hotel desde el día de llegada, pasaríamos los últimos cinco descansando en una playa del Caribe mexicano.
El viaje en general estuvo bárbaro pero el descanso no fue tal porque los dos tenemos esta tendencia de salir a recorrer, ver, conocer y no quedarnos quietos en un solo lugar.
El vuelo fue hasta Cancún, donde llegamos después de pasar toda la noche entre dos aviones y una espera en el aeropuerto de Houston, Texas. Por supuesto, que no pensábamos quedarnos en Cancún, hay tanto para ver en la península de Yucatán... sin embargo ni bien salimos del aeropuerto en nuestro autito Dodge beige, nos dirigimos hacia la llamada zona hotelera para ver si encontrábamos algún lugarcito, lo más mexicano posible, para comer. Esa pequeña recorrida me bastó para tener una idea de cómo es Cancún. O por lo menos eso creo. En el mapa se ve una avenida bastante larga que recorre este istmo entre el mar Caribe y una laguna llamada Nichupté y yo me imaginaba la vista del mar salpicada de grandes hoteles sobre la playa. Resultó peor, los hoteles sobre la playa forman una muralla de cemento que tapa y aísla la carretera. Solamente se ven las entradas a los hoteles con sus casetas de vigilancia y grandes letreros de atractiva tipografía sugiriendo un mundo idílico. Además, cada uno de estos “resorts” tiene su propio muro que mantiene a los huéspedes en un pequeño mundo de comodidad para que no sea necesario andar saliendo mucho mantener la mayoría de los dólares ahí adentro.
Llegamos a un centro comercial sobre el agua muy lindo y muy caro donde me comí unos tacos, probablemente los más caros de mi vida pero felices de estar ahí.

Ahí fue que salimos a las

carreteras de Yucatán
La autopista de Cancún a Mérida no merece mucha descripción. Otra cosa que resultó distinta de lo que yo me imaginaba; supuse que habiendo tanto turismo que recorre ese camino, la autopista estaría llena de servicios. Eso sí, te cobran como 30 dólares de peaje o “cuota” por 320 km.