Una peluca de su propio pelo para América

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América después de la tormenta infecciosa

América está mejor, la infección pasa y ella se recupera con los cuidados de todos, especialmente de su mamá. Está lidiando con los efectos del antibiótico que su pobre y sensible sistema digestivo se niega a aceptar y la fastidia con ardores y cólicos.

Se toma una batería de agentes para contrarrestar estos efectos malignos pero pareciera que no le alcanza.

Recibe visitas de amigos en su casa que la distienden bastante.

¿Lo que sigue?

Consulta con médico y la presentación del protocolo para el tratamiento. Una sesión donde le explican los medicamentos, las dosis, frecuencias, posibles y más comunes efectos secundarios y los posibles métodos paliativos.

Retirada nosocomial

20 de febrero

Volvimos del hospital donde América pasó los últimos días con muchas náuseas. Un poco de dolor también, pero eso se arregla con algún analgésico. Fuerte, si es necesario. Parece que el antibiótico que estaba recibiendo por vía intravenoso era muy fuerte y le jodia el estómago, los intestinos, el páncreas o queseyoqué. No se qué le jodía pero algo le molestaba y mucho, aunque no todo el tiempo. Finalmente, le hicieron una tomografía y vieron que se había drenado bastante bien el acceso producto de la infección y le sacaron la sonda de drenaje que tenía en una nalga. Eso le permitió estar más cómoda. Hoy, domingo 20, volvió a su casa y sigue con amoxicilina oral. Esta noche estaba con miedo de que le dé más náuseas y malestar pero no le dio, al menos no tanto y se durmió.

El médico dice que esto no cambia mucho el plan y que la quimio empezará cuando estaba planeado. Ahora nos preocupa que la sensibilidad de su estómago le traiga más miserias durante esos días de tratamiento tan fuerte. De todas maneras, en este momento no sirve de nada preocuparse por lo que puede pasar. Ella tiene claro que se tiene que poner fuerte para enfrentar lo que se viene.

Tiene preocupaciones periféricas y circundantes sobre lo que esto significa para los que la rodeamos, nuestro esfuerzo y cansancio. Yo le digo que de una manera u otra estamos todos en el baile, la culpa la tiene algún ser supremo de cualidades benignas o malignas, la madre naturaleza o algún arbitrario ente regulador de estas cosas. No nos queda más que navegar estos mares tratando de que el barco siga su curso de la mejor manera posible.

Días levemente tempestuosos

El jueves, día de mi cumpleaños, trabajé unas horas en el hospital a la tarde. A la mañana fui hasta el hospital a buscar a la mamá de América que se había quedado a dormir con ella y se iba a ir a quedar con las nenas-nietas en el departamento de ella (de América). Yo había estado a cargo de llevarla y traerla para todos lados pero, a partir de ese momento pasaría a ser responsabilidad de la jurisdicción Sammamish, es decir, de un ex-marido. La mayor había estado con fiebre y no podía ir a la escuela, ya está mejor. A la noche Salí de un hospital y me fui a otro. De Seattle Children’s Hospital al Northwest Hospital que ahora es parte del sistema del Hospital de la Universidad de Washington. Me esperaba una sorpresita.
Su segunda operación fue una histerectomía (hace una semana) en la que se despidió de ciertos órganos reproductivos a los que ya había puesto en actividad hace unos años y que resultaron funcionar apurados, pero que hornearon dos criaturas de singular belleza. América volvió a su casa a recuperarse para que en marzo empiece la quimioterapia (llamada cariñosamente “quimio” en la intimidad). Ya sabemos, para ese tipo de tratamiento el cuerpo tiene que estar fuerte. La recuperación no salió como todos esperábamos, algo se retobó en las profundidades del peritoneo (Membrana serosa que reviste la cavidad abdominal de los vertebrados y otros animales que envuelven las vísceras) y las cosas tuvieron desenlaces inesperados. América estaba dolorida, tenía el estómago un poco hinchado, mareos y hasta le dio u poco de fiebre. Llamamos al médico, claro. Primero la enfermera y después el doctor Muntz (acá se dice “mánts”). Eso fue el martes y el miércoles estábamos en su consultorio. Inmediatamente, la asistente médica, después de tomarle la presión (que estaba baja), la temperatura y esas cosas, consultó con el galeno y la pasaron inmediatamente a un cuarto para empezar con el suero y los antibióticos intravenosos. El médico dice que con dos intervenciones, una tras otra, las posibilidades de complicaciones aumentan pero solamente en el 5 (cinco) por ciento de los casos hay infección.
El catéter que le pusieron adentro del abdomen, que será usado para la quimioterapia, se infectó y formó un absceso (una infección e inflamación del tejido caracterizado por hinchazón y acumulación de pus) que a su vez infectó esa cavidad en lo que el diagnóstico dio en llamar: peritonitis.
Para esto la tuvieron que dormir, hacerle una tomografía (escáner), drenar y seguir drenando por medio de una sonda que sale al exterior de su cuerpito. Con esas sustancias hacen un cultivo y, una vez que la colonia de bacterias manifiesta su presencia se determina con precisión el tipo de antibiótico que se debe usar. Como es intravenoso y tiene ese drenaje en sectores traseros de su anatomía, la dejan internada. Es aburrido para todos pero respiramos tranquilos sabiendo que ahí está bien. El antibiótico es del tipo fuertón, por eso los efectos secundones tipo náuseas, mareos y la-mar-en-coche. Tenemos también estreñimiento y dolor, sin contar pero tampoco descartar, las molestias de los tubos y la encamada que entume y aburre.
Como venía contando ayer, jueves 17 de febrero del año del señor de 2011 me trasladé al hospital y entré cargado con mi propia mochila y una bolsa de artículos varios que me había encargado la susodicha. En el cuarto estaban, además de una América muy sonriente, 3 amigas de nacionalidad venezolana de visita. Inmediatamente después de mi ingreso al cuarto 240 comenzó el cántico de “apio verde” que, por alguna extraña razón se desarrolló en lengua inglesa. Las muy cipayas. Fue ahí que me di cuenta de los detalles del cuarto, había tres grupos de globos en combinación de blancos y azules, cada uno con su globo de sol. No me di cuenta solito, América me tuvo que aclarar que eran los colores de una bandera lo que habían tratado de representar.
Es de notar cómo, a pesar de que hubo momentos en que la piel de nuestra susodicha presentó coloraciones más bien verdosas y aun cuando ella asegura que no, la mujer mantiene su afamada belleza general, irradia destellos lumínicos al sonreír y su encanto físico-espiritual mantiene un grado de intensidad altísimo de acuerdo a la escala Wasser-Zug (Viena, 1899). Tal es así que tomarán videos para varios congresos de medicina; se trata de un cuadro poco visto en la historia de la humanidad llamado bellezum-extraordinarium femeninum.


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Inserto a continuación el primer email que mandé contando sobre América.
Es lunes y, como siempre en esta época del año, está nublado. Anoche había bastante vientito, como si fuera Bariloche. Ahora, a las 13:46 de la tarde, me siento a esperar en un Starbucks con café descafeinado a que me llamen del mecánico, anoche dejé la camioneta para un sérvis, el de la quichicientas millas. América se acaba de ir en su Toyota blanca hacia el hospital porque tiene trabajo esta tarde. Esta mañana de lunes de febrero tuvo lugar la primera consulta (o cita, como dice ella) con el oncólogo en el Northwest Hospital que, si no recuerdo mal, fue incorporado al sistema de centros médicos de la Universidad de Washington. Este Dr. Muntz estudió en Harvard y se especializa en oncología ginecológica. Además de las cirugías robóticas abdominales, una maravilla de la ciencia y de la tecnología. La máquina tiene “brazos” que se meten en el abdomen femenino y el titiritero médico maneja los hilos por TV. (señor titiritero, ¡no corte los hilos que me voy al suelo!) Un señor mayor y muy amable, armado con toda la paciencia necesaria para contestar las numerosas preguntas de su paciente más nueva, una mujer recién diagnosticada con cáncer de ovario que, como es de esperar, hay mucho que quiere saber. Más paciencia todavía si consideramos que tuvo que descifrar qué quiere uno decir cuando el nombre de algún órgano o de alguna sustancia vienen en un inglés de pronunciación alternativa. El Dr. Muntz, con los reportes de la biopsia y de la tomografía en mano, puso las cartas sobre la mesa: un cáncer agresivo pero en fase 2 que, en este caso, es como si fuera fase 1. No ha complicado otros órganos más que las trompas y el ovario aunque falta confirmar con más biopsias ya que hay células microscópicas que no se ven en la tomografía. En otras palabras, ¡lo hemo cogío totalmente a tiempo, tío!, lo que no se puede decir en otros, muchísimos casos. Inmediatamente siguen 6 (seis) rondas o ciclos de quimioterapia, que si bien pondrá el cuero cabelludo en una posición expuesta ante el mundo que no tenía desde que ella era bebé, no será de esas quimioterapias brutales y avasalladoras para el cuerpo. “Sí, vas a poder trabajar durante la quimio, aunque tal vez no el mismo día o al siguiente”, fueron las palabras del galeno. Mientras escuchaba al doctor usar palabras tan tranquilizadoras, América empezó a recuperar su famosísima sonrisa, la voz le cambió, perdió gravedad de telenovela y recuperó la agudeza de tono alto, la que resalta por encima de las mesas en los restoranes. Mi mano sintió que la tensión con que me la apretaba cedió y de la mirada le empezaron a irradiar luminiscencias y fulgores de las de antes. Inmediatamente todos nos pusimos anteojos de sol. Le cambió la estructura esencial del aura y el sol, siempre sensible a estas cosas, desprendió un destello breve y remoto como para festejar. Cuando el doctor salió del consultorio para que ella se desvistiera como para un somero examen, ella se paró en el escalón de la camilla sin decir nada y yo me le acerqué, sonriendo también. Nuestro abrazo le hizo rechinar los pobres músculos doloridos y contracturados por los nervios de la incertidumbre de los últimos días en que la palabrita “cáncer” le (nos) daba vueltas como buitres en tierras de Mordor, el señor oscuro. En dos días, exactamente el miércoles a la tarde, estaremos en ayunas listos para otra intervención. Será para una histerectomía, que en griego, latín o arameo quiere decir que se declaran prescindibles al útero y también a los señores ovarios con todas sus dependencias. En esa misma oportunidad se hará acreedora de uno o dos tubos, encargados de conducir las drogas, uno en una vena, otro en el peritoneo (panchota, panchota). Es que en poco tiempo, unos diez días después, empieza el desfile de drogas fuertes del club de la quimioterapia, proceso éste que se extenderá hasta algún momento del mes de julio o agosto. Las noticias son buenas. Ella está contenta y eso mejora aun más las novedades del día de la fecha. Hubo inmediata recuperación de sonrisa, de ánimo y de predisposición general, los brillos de su mirada volvieron ipso-facto y las llamadas telefónicas se ubicaron en el nivel de “abundantes”. Es que había un número de gente esperando noticias y yo, que fui el del honor absoluto de la primera línea, me siento un privilegiado en varios frentes. Como se podrán imaginar, siendo el tema de alta sensibilidad, se ruega abstenerse de practicar posteo o posteación relacionada en redes sociales de difusión masiva así como mantener cierto perfil bajo e intimista por ahora. Se agradece con énfasis la atención prestada y los email recibidos. Los pibes de Nissan no me llaman, ¿los llamo yo?