La cruzante y el conductor


Parado en una esquina esperando un autobús que me llevara al hostal de Miami Beach, miraba para todos lados como encantado. Me encontraba recién llegado a Estados Unidos y había terminado el largo primer viaje en transporte público que había tomado en el aeropuerto. Todo era novedad y tenía por delante unos meses de toda una aventura que me llevaría a distintos lugares del gran país del norte.
Fue allí, parado esperando ese bus que se identificaba por una letra —quien sabe cuál— que tuve una visión que hasta hoy, tantos años más tarde, me acompaña. A pesar de todo este tiempo pasado, la recuerdo cada vez que ando caminando por las calles de alguna ciudad yanqui.

Una señora mayor, casi una viejita, empezaba a cruzar la calle por la zona marcada para peatones cuando un bus de los grandotes, esos que llevan grupos de turistas, llegó a la bocacalle con la intención de doblar en la avenida. Empezó a doblar cuando la señora empezaba recién a cruzar sin mosquearse y siguió caminando con su paso constante pero lento. Lo miré al conductor que, aunque tenía los brazos con las manos sobre el volante en perfecta posición de mover el mastodonte y completar la maniobra, se había congelado sin señal alguna de premura, mucho menos de impaciencia. Había en la escena algo que interrumpía el normal fluir de mis ideas, un contraste inusitado, una visión surrealista del mundo nueva y conflictiva con mi normalidad diaria.

 Mi mirada alternaba la visión de la ralentizada señora sobre las líneas blancas y el hombre frente al volante que la miraba de allá arriba. Los transeúntes y mis compañeros de espera en la “bus stop” observaban sus alrededores como si nada notable sucediera pero yo sentía olor a impaciencia inminente. La señora seguía su lento avanzar por la calle y, una vez que estuvo sobre la acera, el bus se empezó a mover para retomar su camino.



 Seguramente, una foto de mi cara tomada en ese escaso minuto que tomó la interacción entre la señora de la Florida y el conductor del bus, revelaría una expresión de tonto asombro.
Claro, aunque hoy ese proceder de orden urbano es normal en mi vida y yo mismo lo practico al mando de un vehículo, yo acababa de ser trasplantado desde salvajes tierras donde la ley del más grande es la que manda.

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